Norrköping, Suecia, 1911. Los periódicos locales dan brevemente la noticia de que Oskar Johansson, dinamitero de veintitrés años, ha muerto a consecuencia de un trágico accidente producido durante la voladura de un túnel. La nota nunca se desmintió, pero Oskar sobrevivió, aunque quedó gravemente herido y con secuelas atroces, es más, siguió trabajando hasta su jubilación, y no murió hasta abril de 1969. Narrada a través de distintas voces y perspectivas, la vida de Oskar, con sus sueños y esperanzas, sus alegrías y tristezas, y por supuesto marcada por ese accidente que lo cambió todo, traza no sólo su destino, sino también una imagen aguda y vibrante de la situación obrera en la primera mitad del siglo XX.