El Palacio de Hielo de Madrid, habilitado como morgue provisional durante la pandemia, no puede cerrar sus puertas y regresar a su actividad porque el ataúd no reclamado de una anciana lo impide. El inspector Salado y su ayudante Jaso acompañan al supersticioso juez Calvo a la inspección preliminar, que les depara una sorpresa: en su interior hay un varón con traje a medida y un Rolex de oro en la muñeca. Lo que parece una confusión de clasificación les introduce poco a poco en un macabro juego: una cadena de muertos, a cada cual más peculiar, que tienen en común la firma, en el certificado de defunción, de la doctora Paloma Padierna, joven internista en el Gregorio Marañón.