Al salir de Buchenbald, Romek volvió a la vida: había pasado parte de su infancia en uno de los campos de concentración nazis más crueles y aprendió demasiado pronto qué significa sufrir. Había conocido la maldad humana en estado puro. Había visto lo que nunca antes ningún chico había visto ni debería ver. Y había sobrevivido…Pero su liberación abrió ante él las puertas de la esperanza. Gracias al apoyo de un profesor que nunca se dio por vencido, paso a paso fue recuperando su propio pasado, su confianza en el mundo y sus planes de futuro. Un camino difícil y duro, pero que vale la pena incluso en las peores circunstancias: de la oscuridad a la luz, de la desesperanza a la ilusión, del odio al perdón.