A través de los patchworks poéticos y el monólogo contemplativo de su protagonista, La civilización no era esto plantea una búsqueda de la belleza –que resulta ser pérdida, corrupción u oquedad. Lo realiza mediante «un acto íntimo entre la voz poética, que en este caso es un personaje, y su entorno, una ciudad mítica, poética y casi olvidada», en palabras de Aitana Monzón. Un claro homenaje a El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, a partir de la memoria nómada del individuo frente a los rescoldos del pasado. Dividida en cinco actos, siguiendo una estructura teatral, la obra exhibe una clara hibridez de géneros con los que logra el acercamiento hondo de la voz, el dinamismo de los cuerpos y la musicalidad de la palabra.