La casa donde Miguel nació estaba tan cerca del mar que, si dejaban las ventanas abiertas, podían entrar por ellas los calamares, los salmonetes y las sardinas. Pero Miguel ya no vive en ese pueblo y lo echa mucho de menos. Por suerte, tiene un buen amigo: Pompeyo, el más trasto de todos los duendes burlones. Un día, Miguel y Pompeyo ven a un hombre y a una mujer que hablan por teléfono en una de esas cabinas dobles. Y Pompeyo, que es muy juguetón, ¡les hace una buena trastada!