En Alepo, la vida de Nuri y de su esposa, Afra, transcurría feliz junto a su hijo, Sami. Él era apicultor y dedicaba su vida a las abejas, ella era una artista de gran sensibilidad que vendía sus cuadros en el mercado de la ciudad. Pero cuando sucede lo impensable y la guerra destruye todo lo que aman, tienen que escapar. Mientras huyen a Turquía y luego a Grecia, siguiendo la peligrosa estela de tantos otros refugiados sirios, Nuri evoca sus recuerdos más felices para no perder la esperanza en el futuro, uno en el que pueda reencontrarse con el brezo, las abejas y su primo Mustafá, que los espera en Inglaterra.