“Lo mejor de la venganza es poderla contar”, dice Teresa al comienzo de
Víspera del odio, de
Concha Castroviejo, que culmina, precisamente, en una venganza que es su razón final, tanto de la novela como de Teresa, su protagonista. De hecho, la narración se formula como una extensa carta que Teresa Nava escribe a Consuelo, a quien conoció unos años atrás y cuya bondad y aprecio la animan a hacerla destinataria de su “confesión”, sin que eso signifique, de ninguna manera, arrepentimiento o escrúpulo, sino la pura necesidad de culminación: una vez cumplida su misión, sólo requiere ser contada.Enferma, con el peso terrible de una tristeza irreparable y viendo cercana su muerte, Teresa sólo puede arrastrar sus pocas ganas de vivir hasta que llegue al fin su hora, cuando ya nada espera ni desea y nada le queda por hacer, excepto contar la historia de su venganza desde el principio.Empieza, así, un relato que atraviesa toda su vida.Teresa crece en una familia medianamente acomodada con su madre, sus hermanas (hermanastras en realidad, hijas del primer matrimonio de su madre) y su padre. A pesar de ser la más pequeña, no se siente querida, nunca encuentra afectos verdaderos a su alrededor. Con una madre interesada siempre en la apariencia, obsesiva en el amor por su joven y apuesto marido, dedicada por entero a conservarle y a conseguir buenos arreglos matrimoniales para sus hijas y que descuida por completo el cariño y la atención a cuya carencia Teresa se acostumbra desde bien temprano. y un padre más templado de carácter, vividor y apegado a la ligereza como estado vital y del que tampoco recibe un cariño especial. La existencia de Teresa transcurre en una época (primeras décadas del siglo XX) en la que los hijos, sobre todo las hijas, viven casi exclusivamente para los planes de sus padres. Cualquier intento de autonomía personal es inmediatamente sofocado cuando no castigado y reconducido con rigidez. Desde muy niña se le impone una rutina basada en estar siempre ocupada, siempre trabajando (tejiendo en su caso) para ganarse un sustento del que apenas puede disponer, y dedicándose a servir a los demás. Ignorada y muchas veces despreciada por sus hermanas, crece en un ambiente opresivo, de costumbres rancias e intolerantes en el que las normas sociales constriñen la voluntad de las mujeres que aun renegando de esa forma de vida (quienes lo hacen), no les queda más remedio que soportarla.Teresa contempla con espanto cómo sus hermanas van casándose, una tras otra, contagiadas por el absurdo entusiasmo de una madre histriónica que se satisface en el cumplimiento afortunado de un supuesto deber social tan correcto como detestable. En consecuencia, no puede negarse cuando se decide su matrimonio con un hombre mucho mayor que ella, ruin, repulsivo y huraño que la obliga a vivir de forma miserable mientras la utiliza igualmente para trabajar, servirle y adornar sus paseos los días de fiesta.La vida de Teresa se ve aún más reducida, más estrangulada, más inútil y vacía. En un arrebato tras ser golpeada por su marido, Teresa abandona su casa y este hecho tan subversivo y escandaloso, le descubre por fin el amor y la plenitud que nunca antes había conocido y que probablemente ya no esperaba. Sin embargo, su felicidad no dura mucho: la lucha de su gran amor en el bando perdedor de la guerra civil, la devolverá de nuevo a la desdicha, a la desesperación y al dolor más profundo mediando la vil manipulación del marido abandonado. Al final, necesitado de cuidados y compañía, ese hombre odioso y profundamente odiado, la busca, y lejos de rehuirle, Teresa acude a su llamada… Sólo así podrá llevar a cabo su venganza más personal y largamente reprimida.Antes de hacer partícipe a Consuelo de su historia y confiando en su juicio cabal y honesto, le escribe: “Te voy a contar todo para que comprendas…Y además te voy a pedir que lo que yo te cuente se lo repitas a mucha gente…” Esta aparente necesidad de explicarse no responde en absoluto a una necesidad de justificación. lo que pretende es poner un espejo ante aquellos que hicieron de su vida un calvario insoportable, y, por extensión ante una sociedad cómplice e hipócrita. Teresa cumple con una venganza que se debe a sí misma por encima de todo, a la vida que se ha visto obligada a llevar, pero es también una venganza contra la humillación y el desencanto. contra la desesperación y la anulación reiterada de sus deseos más íntimos. contra la falta de oxígeno en una sociedad enferma y polvorienta, reaccionaria y siempre hostil ante la sublimación de la mujer como individuo. Una justa reivindicación gestada, sin duda, en la misma crueldad que la originó.
Víspera del odio obtuvo el Premio Elisenda de Moncada en 1958.
Olivia Lahoya Cuende,
Librería Estudio (Miranda de Ebro, Burgos)