«¿Quién lo vio venir?» es una de las preguntas fundamentales de este libro. Una pregunta por el pasado y por el futuro, por la identidad y por ese tiempo de la ingenuidad y la rebeldía que es la adolescencia. ¿Quiénes somos con doce años? ¿Y con dieciséis? ¿Quiénes esperamos ser y en qué nos convertimos? Y más complicado aún: ¿cómo escapar a lo que se supone que seremos?
Con su habitual descaro, en una obra adictiva, divertida y más sexy que nunca, Mary Karr escribe una carta de amor a la adolescencia. A su adolescencia, pues estamos ante una narración autobiográfica. Nunca más se estirará el tiempo como en aquellos años, nunca más estará el mundo tan nuevo, tan sin estrenar, ni serán nuestros ojos tan puros. También hay dudas y miedos, por supuesto. Hay soledad y desamparo. Pero gracias a pasajes que nos harán estallar de risa y a una conmovedora y honesta empatía, leemos fascinados y llenos de esperanza el nacimiento de la primera amistad verdadera, el encuentro con esa otra persona con la que crecemos y nos descubrimos a nosotros mismos, que nos ayuda a ser todo aquello que no sabíamos que queríamos ser. Y también nos atraviesa el fulgor del deseo, esa nítida luminiscencia que reverbera por primera vez, un conocimiento profundo que sacude nuestro cuerpo hasta transformarlo. Y seremos conscientes, también por primera vez, de lo que significa en este mundo ser mujer y la gran limitación de libertades que nos impone desde niñas. Como era de esperar, la joven Mary no se conforma: cansada de la localidad petrolera de Texas en la que ha pasado su infancia, se unirá a una pandilla de surferos y drogatas que se enfrentará a la autoridad de mil maneras en su camino hacia California. «Sexo, drogas y rock& 039.n& 039.roll», dice una de las pegatinas de su furgoneta. Pocas veces un libro ha honrado tan profundamente este lema.