Si algo están subrayando estos locos años veinte (inaugurados por la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania) es que somos seres vulnerables. Frente a la ilusión de la desmaterialización o la mudanza al mundo virtual, vivimos en cuerpos y entornos que pueden ser dañados. Esa atención a la fragilidad humana y al equilibrio de los ecosistemas en los que habitamos definen la pregunta con la que arranca este libro: ¿podemos aspirar a una vida buena en el siglo XXI? Lejos de quedarse en el diagnóstico sobre la profunda crisis ecosocial que define nuestro presente, este libro la toma como punto de partida para pensar qué necesitamos los seres humanos para tener vidas que merezcan ser vividas. Con un fuerte impulso propositivo, encontramos una aproximación a la eterna pregunta por la vida buena en clave de necesidades humanas. Para el mundo que viene, abocado a una menor abundancia material y energética, pensar, discutir e identificar los elementos necesarios para una buena vida es tarea de todos.