La crisis de las instituciones, del estado de bienestar y, por extensión, de los dirigentes políticos no tiene parangón. A merced de las agencias de calificación y de los mercados, los políticos se enfrentan a un descrédito del que apenas pueden escapar. En medio de esta crisis de imagen y representación, La ceremonia caníbal pone en relación su imagen y nuestra vida cotidiana, la autodestrucción de la clase política y la legitimidad de sus medidas. Convertidos los políticos en un producto de la subcultura mediática, luchan por asomar la cabeza, recuperar su rol dirigente, mientras pende sobre ellos el fantasma de su total desaparición. Al menos tal y como los hemos conocido hasta la fecha.