A pesar de lo que piensa la gran mayoría, la Inquisición no se originó en España, sino que fue una creación vaticana para acabar con la difusión de la herejía cátara o albigense en Francia, que se extendió por toda Europa durante los siglos XII y XIII. Tres siglos llevaba ya funcionando, cuando en 1478 el papa Sixto IV emitió una bula a los Reyes Católicos para nombrar inquisidores en Castilla. La Leyenda Negra antiespañola fue alentada y difundida por los enemigos de la monarquía hispánica —protestantes alemanes, holandeses e ingleses principalmente—, que conseguirán que se identifique la existencia de la Inquisición exclusivamente con ella. En esta obra el autor no trata de sustituir una Leyenda Negra por una Leyenda Rosa, sino que, con rigor histórico y fuentes veraces, expone con claridad cómo era el proceso ante el Santo Oficio, tribunal que ofrecía las mayores garantías procesales en la Europa de las guerras de religión de la Edad Moderna. Se trata al Santo Oficio como un producto de su tiempo, se explica de forma fácil y amena desde la composición del Tribunal, la presencia de abogados, las pruebas admitidas, a cómo debía de aplicarse la tortura, entre otros muchos aspectos. En definitiva, nos aclara cómo era este proceso que incorporaba garantías desconocidas en los tribunales de esa época.