Según las creencias de los primeros vascos, aquellos que se enamoraban de las lamias, seres mitológicos de apariencia similar a la de las sirenas, se convertían en delfines. Era el precio que debían pagar por su atrevimiento. Un cambio radical que acontecía de la noche a la mañana, como el inicio de un viaje a un destino incierto. De forma parecida, la vida de los migrantes también cambia cuando cruzan la frontera de su país y, una vez emprendido, el camino se vuelve otro, muy diferente al imaginado.